Nadie Convence a Nadie de Nada, mucho menos un chat.

El presente comentario se debe a un título publicado en El País.

Escepticismo Contra la Digitalización del mundo por Juan Arnau y, para hacerle justicia a las palabras sentidas y reflexionadas, he copiado el contenido del artículo en esta entrada. Su hipervínculo es este.

Es posible que no puedas leerlo en su totalidad porque el mundo de las suscripciones y de las plataformas digitales están muy lejos de ser bibliotecas gratuitas  para todos. Por eso me dí a la tarea de copiarlo en este formato y lo puedas imprimir y leer. La lectura del ensayo es necesaria para seguir con unas reflexiones personales a partir de citas.

El texto es el siguiente:

Escepticismo contra la digitalización del mundo.

El charlatán es aquel que se conforma con las palabras. Quien dice palabras, dice signos. El charlatán cree que no hay nada fuera del texto, que todo es información. Vivimos tiempos charlatanes. Y todos los escritores somos, en cierto sentido, charlatanes. El texto dominante hoy ya no es ideológico, sino tecnoliberal. Un texto rentable pero superficial y un tanto ingenuo. El infantilismo se ha apoderado de las inteligencias. Mientras, los ingenieros edifican la nueva Babel. Nuestra época ofrece una imagen invertida del mito. Vamos hacia una única lengua, la del algoritmo.

Hay ignorantes por falta de instrucción e ignorantes por instrucción excesiva. Los segundos son más peligrosos que los primeros. Nietzsche los llamaba “leídos hasta la ruina”. El peso de la instrucción les impide pensar. El experto ha cavado un pozo tan profundo que ha perdido de vista el horizonte. Frente al veneno del especialista hay un contraveneno,

Pitágoras fue el primero en llamarse filósofo. Se definía frente al sabio y frente al sofista. El filósofo no es sabio (sophos), sino alguien que aspira a la sabiduría. El filósofo es aquel que sabe que no sabe, que prefiere ser amante de una verdad inalcanzable, de ahí su condición caminera. El filósofo tampoco es como el sofista, que cree que todo puede reducirse a signos y símbolos. Eso es precisamente lo que quieren hacernos creer hoy los administradores digitales de mundo. Los tecnócratas actuales, dueños de los algoritmos, son la versión moderna de los antiguos sofistas. Y comparten, como aquellos, su afán de lucro.

¿Qué dirían los escépticos de la digitalización del mundo? La palabra griega “escéptico” significa mirar cuidadosamente, examinar atentamente las cosas. Su marca es la cautela, la moderación ante entusiasmos y promesas. El tecnoliberalismo es pródigo en promesas: optimización de la productividad, pingües beneficios, resolución automatizada de todo tipo de situaciones. Sus promesas carecen de límite, como muestra Lionel Trilling en La imaginación liberal. Sospecho que verían en los tecnócratas una amenaza para el pensamiento. Vencen, por aplastamiento informativo, en todos los debates, vencen incluso al ajedrez. Dirimen qué es verdadero y qué no lo es. Y reinvierten sus beneficios en poder conminatorio y propaganda. Cuando el lenguaje pesa como una losa (ChatGPT), entonces ya no es posible el pensamiento. Pues pensar es, precisamente, poner en suspenso el lenguaje, desafiarlo, poner al descubierto la nadería del signo. Esa suspensión del juicio que trae el escepticismo, esa suspensión del lenguaje, dará lugar, inevitablemente, a un nuevo lenguaje. Eso hacen los poetas genuinos y los científicos innovadores: hacen avanzar los lenguajes, renuevan la magia de lo simbólico, abren nuevos horizontes, alentando nuestra condición caminera.

Narración e información son fuerzas contrapuestas. El espíritu de la narración está siendo anegado por la marea de los datos. Byung-Chul Han denuncia la falta de sentido que campea por las sociedades de la información. Hace falta un nuevo relato que logre congregarnos de nuevo junto al fuego. Philippe Squarzoni ofrece un ensayo gráfico sobre los gigantes tecnológicos y su impacto en el clima y nuestras vidas. En Tecgnosis, un clásico de la cibercultura, Erik Davis dibuja el paisaje del tecnomisticismo, donde la cábala, la alquimia o el LSD, alternan con el ciberpunk, el poshumanismo y la carrera cibernética, desvelando algunos de los impulsos ocultos que alimentan los sueños (pesadillas) de nuestro tiempo.

Todos ellos dejan muy claro que la humanidad es capaz de prescindir de sí misma. Esa es nuestra grandeza y nuestra miseria. La cuestión es si dicha renuncia conduce a una mayor libertad o a una mayor servidumbre. A este dilema se añade otro: el estatuto de lo verdadero. Eric Sadin lleva años asociando la aletheia algorítmica con el antihumanismo radical. No se trata tan sólo de que el libre ejercicio del juicio se sustituya por protocolos automatizados, que tomarán por nosotros las decisiones en las encrucijadas de la vida, sino de que la “verdad”, que es la búsqueda siempre diferida del organismo vivo, es ahora dictada por un dispositivo automático. Y ello es posible gracias al fetiche de nuestro tiempo, que es creer que la información es conocimiento. El viejo culto a los dioses se sustituye por el culto al dato. El dato (algo que hemos fabricado) adquiere la condición de un dios externo y trascendente. Un dios con un poder conminatorio que sobrepasa la severidad del más iracundo de los dioses.

¿Qué quiere decir que el dato es algo fabricado? El dato presupone un instrumento de medida. El instrumento, una teoría científica. La teoría, el ejercicio de la imaginación humana. Y, si es innovadora, una imaginación capaz de poner en suspenso los idiomas previos de la ciencia. El dato es algo que hemos hecho, que hemos cocinado, y lo tratamos como si existiera ahí fuera, indiscutible, como pura realidad objetiva. “Yo no especulo, yo traigo datos”, dice ufano el político. El dato es un híbrido naturaleza-cultura y lo tratamos como si fuera sólo naturaleza. Así es como lo digital se erige como órgano habilitado para enunciar la verdad y dar cuenta de lo real.

La libertad ha pasado a ser una molestia. La fantasía tecnocientífica aspira a la interpretación robotizada de la experiencia. Los seres humanos podemos contener la respiración, suspirar, sentir el pálpito del anhelo, todo ello será ahora interpretado mediante axiomas reductores. No deja de ser curioso que el término “inteligencia artificial” se acuñara en la misma época (en torno a 1955), en la que Huxley, Michaux y Gordon Wasson iniciaban sus experiencias psicodélicas, buscado, frente a la inteligencia artificial, una inteligencia vegetal que puede hacernos entender quiénes somos.

El utopismo tecnoliberal ha ganado la batalla de las ideas. Tiene su lógica, quien trabaja con ecuaciones ve ecuaciones por todos lados. Inventa dispositivos para despejar la incógnita. Pero siempre habrá quienes no quieran renunciar a la duda o al misterio, quienes descrean que la experiencia es un sudoku o algo que haya que “resolver”. Ni privarnos de utilizar nuestra energía (y nuestras dudas) de un modo creativo (Weil). Ahora bien, los que rehúsen regular su vida mediante protocolos automatizados pasarán a la zona de exclusión. “La IA erradicará la raza humana”, dice Hawking, hace casi una década. El programador trabaja duro para empobrecer el lenguaje. Alinea secuencias de códigos con vistas a ejecutar, de modo automático, la solución final. Un reduccionismo miserable y peligroso (Orwell).

Queda, eso sí, la cuestión del eros. ¿Puede la inteligencia ser inteligencia sin amor? ¿Tiene sentido para la vida una inteligencia que ha perdido el factor erótico que une a las cosas? El silicio carece de ese magnetismo (o lo tiene ralentizado y torpe, si hemos de creer a los alquimistas). Es una inteligencia monocorde, útil para un único fin, la voluntad de poder. La técnica no es neutral. Pretende eliminar competidores y potenciar la productividad. No puede entenderse sin el afán de lucro. Tras la fría máquina arden pasiones muy humanas, demasiado humanas. Y su alto coste favorece las estructuras asimétricas de poder.

Cuando al escéptico se le reprocha que se instala en la paradoja (“sólo sé que no se nada”), responde que esa es la condición esencial del cuerpo vivo y deseante. El escepticismo total es tan imposible como el dogmatismo completo. Queda entonces el relacionismo. Santayana lo dejó claro: no es posible sustraerse a la fe animal. Somos cuerpos vivos. Se nos impone el deseo y la supervivencia. Todo conocimiento “es una fe con interposición de símbolos”, todos ellos falsos, todos ellos provisionales. De hecho, en sentido estricto, no es posible oponer al escepticismo el dogmatismo. Ambos se mueven dentro de un mismo ámbito, el de la vida. El dogmatismo permite el avance de las ciencias. El escepticismo, si de algo puede sernos útil, es como custodio y promotor de la libertad humana. Pero no nos confundamos. El escepticismo no es una doctrina, tampoco una teoría del mundo. Es una actitud, una cultura mental, que evita dejarse atar por el lazo de las palabras, que es insurgente a la imposición de los signos. Podría decirse que, más que un modelo de mundo, es un instinto. La sospecha de que, al fin y a la postre, la actitud escéptica está más cerca del fondo de lo real que cualquier sistema simbólico.

Los escépticos antiguos acumularon argumentos para mostrar que lo más juicioso y razonable era la suspensión del juicio. El trilema de Agripa o el principio de incompletitud de Gödel desconfían de la posibilidad de justificar cualquier tipo de proposición, incluso en ciencias formales como las matemáticas o la lógica. Pero mientras el escepticismo antiguo fue una actitud, el moderno exige posicionarse. Una muestra excelente y no tan reciente es Montaigne y, en filosofía de la ciencia, los discípulos díscolos de Popper (Feyerabend, Skolimowski). Niels Bohr y Bruno Latour podrían añadirse a la lista. El conocimiento científico no sólo ha de ser replicable, sino falsable. Sólo se puede conocer lo falso. Eso es lo que define a la Ciencia (no el método, que hay tantos como ciencias e ingenios). Todo lo que conocemos es provisional, a la espera de que otro conocimiento lo desplace. Si hubiese un conocimiento seguro, no habría cambios en el conocimiento, y el saber no podría avanzar. Y vemos que a veces avanza en direcciones siniestras.

Las ciencias han de ser provisionalmente dogmáticas, no hay otro modo de trabajar. Hay fundamentos que no se pueden replantear. Hacerlo supone desatar una revolución científica, como explicó Thomas Kuhn, y la ciencia no puede vivir permanentemente revolucionada. Hay dogmas que pueden durar 300 años, como ha ocurrido con el espacio-tiempo newtoniano. ¿Cómo se podría medir si el espacio y el tiempo no se están quietos? Frente a ese dogmatismo, que exige postulados, axiomas, fundamentos, el escéptico ofrece la magia del relacionismo. Esto es como aquello, un principio muy budista.

Pero el escepticismo no exige abandonar la filosofía o dejar de entretenerse con ella. De hecho, hay que hacerlo, pero siempre con esa distancia irónica que enseñó Sócrates, con esa disposición a cuestionar las propias opiniones o reírse de ellas. Hay que acabar con la seriedad con la que tomamos las respuestas de ChatGPT o cualquier otro chatbot, cuyos automatismos (basados en el deep learning) no dejan de ser software programado. Esto no implica ningún tipo de actitud irracional; de hecho, los filósofos irónicos suelen ser los más razonables. Dudan de que pueda descubrirse la razón necesaria y suficiente de las cosas, la literalidad del mundo (frente al devaneo de la metáfora), pero esa duda no les impide creer lo que consideren necesario. Lo que hace el escéptico es limitar el alcance de la lógica. A veces sugiriendo otro tipo de narración, no silogística. Otras descartando todas, incluso la suya propia.

¿Qué pretende el escéptico? O bien probar que no es posible ningún conocimiento cierto (que sólo podemos conocer lo falso, como sostenían Popper y Nisargadatta), o bien que las pruebas son siempre insuficientes. Pero hay una tercera posibilidad y esa es la que más nos interesa hoy, en esta era en que el pensamiento y las narraciones están siendo aplastadas por la información. La limitación de las veleidades del lenguaje y, en general, de toda lógica simbólica. Esa es la docta ignorantia de la que hablaba Nicolás de Cusa. Una actitud que se distancia de la confianza en lo racional-discursivo. Francisco Sánchez, un gallego de origen hebreo, sospechaba que en todo silogismo había un círculo vicioso. Eso nos dice en una obra que tiene nombre de canción: Que nada se sabe (1576). En el primer silogismo, las premisas están sacadas de la conclusión. Hace falta del particular, Sócrates, para formar los conceptos generales de hombre y mortalidad. El silogismo no sirve para fundar ninguna ciencia, sino para echarlas a perder. Las ciencias definen lo oscuro con lo más oscuro y sólo sirven para apartarnos de la contemplación de lo real. Sánchez, como Nāgārjuna o los pirrónicos, inicia su obra afirmando que ni siquiera sabe si sabe nada. Sospecha de abstracciones y generalizaciones, a las que acusa de poco empíricas, anticipando el empirismo radical de William James. La demostración lógica es un sueño de Aristóteles, tan sueño como las utopías de Moro o Campanella.

En cualquier caso, las dudas del escéptico seguirán siendo de gran valor para las ciencias. La certidumbre o es convencional y colectiva (un acuerdo común), o personal. En el primer caso es asumida por almas gregarias, absorbidas por la institución que las alimenta. En el segundo, cuando es interna, nos ayuda a conducirnos por la vida, a resolver dificultades y tomar decisiones, y carece de sentido convertirla en algo externo. Como decía Emerson, nadie convence a nadie de nada. Mucho menos, un chat.

Juan Arnau.

https://elpais.com/babelia/2023-12-30/escepticismo-contra-la-digitalizacion-del-mundo.html – ?prm=copy_link

Mis comentarios personales los escribiré a partir de algunas citas a este mismo ensayo, aunque confieso que no conozco a todos los filósofos y autores citados si he leído y digerido a  muchos.

1ra Cita:

“La verdad, que es la búsqueda siempre diferida del organismo vivo, es ahora dictada por un dispositivo automático”.

Mi esposo dice que siempre ando diciendo “Me choca que …” y la realidad es que a medida que cumplo días vividos aumenta mi frecuencia de notar lo que me choca.

Me choca que, cuando por fin, surge una conversación profunda, de preocupaciones válidas, que cuestionan la vida y el porvenir de las sociedades, alguna/o de los conversantes saque su dispositivo móvil y consulte algo que no encontrará inmediatamente y que, luego diga, “te lo mando por chat”.

La verdad es una búsqueda y no una respuesta nos dice Arnau. Es diferida, toma tiempo en decantar para eso es la vida, los años y los libros que vamos leyendo, no para vernos siempre jóvenes y rebosantes de antioxidantes sino para conocernos mejor.

2da Cita

¿Puede la inteligencia ser inteligencia sin amor? ¿Tiene sentido para la vida una inteligencia que ha perdido el factor erótico que une a las cosas?

Ayer fuimos a un pedazo de bosque hermoso que ha sido puesto en venta después  de que un hombre de 50 años se había enamorado de ese lugar y entusiásticamente hizo un primer pago para habitarlo a la manera de Robinson Crusoe de la era digital , paneles solares, mínima huella ecológica etc… Lo abandona a los pocos meses perdiendo no sólo la propiedad y su dinero sino todo el amor que lo unió a ese bosque con su naturaleza y sus sueños de construir una utopía. Su inteligencia lo dirigió a otro lugar porque el factor que lo unió a esa tierra fue desmoronado con temores, rumores y miedos. No era un verdadero amor. Cuantitativamente perdió, no tuvo éxito en su empresa, su inteligencia le dictó cómo perder menos dinero. Cualitativamente imprimió y dejó huella en ese terreno de preservar y cuidar la tierra. Eros o el deseo de estar en contacto con la naturaleza se notan en cada centímetro cuadrado que ese hombre tocó. Los miedos son paisajes mentales que nos llevan a la oscuridad y a perder el amor, que es una llama delicada pero que ilumina.

Cita 3.

“Hay que acabar con la seriedad con la que tomamos las respuestas de ChatGPT o cualquier otro chatbot, cuyos automatismos (basados en el deep learning) no dejan de ser software programado”.

No sé lo que es deep learning, busco en google con sospecha, de varias opciones elijo la de IBM que dice que Deep Learning intenta imitar el cerebro humano aunque está lejos de igualar su capacidad, permitiendo a los sistemas agrupar datos y hacer predicciones con una precisión increíble. Se me escapa una carcajada porque mi hija está en una Villa en la Toscana celebrando el año nuevo con su anfitriona cuyos datos de consumos y preferencias le arrojaron, mediante facebook, la sugerencia de ese magnífico lugar. El deep learning fue un factor determinante para Sandra esté disfrutando la llegada del 2024 a la italiana. En vez de en el frío y húmedo Londres. ¿Hasta donde nos tomamos en serio nuestras elecciones?

Ejercer la libertad implica una responsabilidad, hacia la comunidad inmediata, y como una piedra arrojada en un lago, hay un efecto ondulatorio concéntrico hasta alcanzar sociedades esparcidas en el tiempo y sus efectos  se irán desvaneciendo en la vastedad de la nada o del principio.

En este 1ro de enero 2024 estoy agradecida de que haya escritores como Juan Arnau que se atreven a preguntar, reflexionar, poner en duda, ser escéptico, invitar a leer e indagar y, ser suficientemente humilde para decir yo sólo sé que no sé nada. Al acabar esta entrada en mi blog semiolvidado brinqué con avidez a leer el primer capítulo de  “La Crisis de la Narración” de Biyung Chul Han.

Bibliografía sugerida en el artículo:

Hacer disidencia. Una política de nosotros mismos por Eric Sadin.Traducción de María Pons Irazazábal. Herder, 2023

Tecgnosis. Mito, magia y misticismo en la era de la información por Erik Davis. Traducción de Maximiliano Gonnet. Caja Negra, 2023

La imaginación liberal. Ensayos sobre literatura y sociedad por Lionel Trilling. Traducción de Roberto Ramos. Página Indómita, 2023

La oscura huella digital por Philippe Squarzoni. Traducción de Elena Pérez San MiguelErrata Naturae, 2023

La crisis de la Narración por Byung-Chul Han.Traducción de Alberto Ciria. Herder, 2023

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Viajar es regresar.

Viajar es regresar.

Viajar en Tren te permite digerir las impresiones.
TGV en la estación de Lyon, París

Desde siempre los seres humanos viajan o se desplazan. En todos los grupos sociales y civilizaciones ha pasado que unos se van y otros se quedan. En este espacio hablaremos de dos ejemplos clásicos plasmados en la literatura, que ayudarán a ver la importancia de las narraciones contadas a partir de las ausencias y los regresos.

“Viajar es regresar”, nos dice Michel Onfray en su ensayo Teoría del Viaje: Poética de la geografía. En uno de sus capítulos destaca la diferencia entre ser turista y ser viajero. El primero va de un lugar a otro con prisas y capturando imágenes para subirlas a las redes sociales, confía más en el mundo digital y en las superpoderosas aplicaciones que, en lo que sus ojos están viendo y sus sentidos sintiendo.

El segundo, el viajero, abre todos sus sentidos a ese lugar, hace anotaciones a mano o bocetos en un cuaderno, se guía por su olfato y su curiosidad al siguiente destino. Experimenta en su cuerpo lo que le rodea y gesta un recuerdo que querrá relatar en una narración a sus conocidos, a sus familiares o vecinos.

Cuando el viajero regresa a casa contará estos recuerdos a los que se quedaron, y así mismo, los que se quedaron le contarán lo que pasó en su ausencia. Dependerá cómo se cuenten estas experiencias, para que haya valido la pena y se cree un diálogo que los identifique, y que, con los años, se convierta en un relato fundacional, en su historia común.

Un ejemplo que ha sido contado, millones de veces, es el regreso de Odiseo una vez que Troya ardió en llamas. Lo más bello de esta épica es que el narrador, Homero, deja a la imaginación del lector cómo se cuentan entre marido y mujer esas experiencias de 20 años de ausencia.

Hacia el final de este largo canto, Odiseo ya se deshizo de todos los pretendientes de su esposa, su hijo Telémaco, que ya es un adulto, se encargará de todo el tiradero. Mientras él, ya aseado con ungüentos, se retira a la habitación conyugal y es aquí cuando Penélope le exige a su esposo antes que nada, le cuente todo lo que pasó durante esos 20 años de ausencia. Homero solo nos dice que se pasaron horas abrazados mientras cada uno se contaba lo que había pasado esos largos años hasta que los rosados dedos de la aurora entraron por la ventana cerrando los ojos de ambos quedándose dormidos.

Wakefield es otro ejemplo muy peculiar, escrito por Nathaniel Hawthorne  a mediados de los 1800. Es el cuento de un hombre londinense de clase media que un día, sin mayor explicación, decide ausentarse de su hogar. Se va a vivir a la calle de enfrente de su casa y mira por la ventana las consecuencias de su ausencia. No hay aventuras ni peripecias. Su viaje es inesperado, surge de un impulso que ni siquiera él mismo planeó. No sabe cuando será el regreso, pero está decidido a ser un anónimo y apátrida.

Después de 20 años, su esposa y su hija ya se acostumbraron a su ausencia. Wakefield camina bajo la lluvia justo enfrente de su casa anterior, mira por la ventana el fuego de la chimenea y a su mujer sentada tejiendo con su frazada de siempre. Decide regresar, abre la puerta sin tocar y entra. Aquí acaba el relato.

Estos dos viajeros son completamente diferentes: Odiseo lleno de aventuras y peripecias, Wakefield un fracasado al cual, parece que no le pasó nada. Ambos se ausentan 20 años de sus seres queridos y de sus casas. Ambos y ambas tienen la gran oportunidad de ser unos héroes de sus propias vidas; dependerá de cómo y qué cuenten a su regreso. A su vez, las esposas, las que se quedaron, también tendrán mucho contar para darse a conocer y tejer la historia de su comunidad.

Seamos los viajeros o los sedentarios, inmóviles en el mismo lugar; la invitación es aprender el arte de narrar, de contar las sensaciones y experiencias de tal manera que sea una memoria colectiva maravillosa.

Angélica Breña.

A continuación les comparto la traducción al inglés que mi querido Julian hizo.

To Travel is to Return.

Human beings have always travelled or moved. In all social groups and civilizations some leave and others stay. In this space we will talk about two classic examples embodied in literature, which will help to illustrate the importance of these tales told after absences and returns.

“To travel is to return”, Michel Onfray tells us in his essay Theory of Travel: Poetics of Geography. In one of his chapters, he highlights the difference between being a tourist and being a traveler. The former goes from one place to another in a hurry, capturing images to upload to social networks; he trusts more in the digital world than in what his eyes are seeing, and his senses are feeling.

The second, the traveller, opens all his senses to his environment, makes notes by hand or sketches in a notebook, follows his nose and curiosity to his next destination. He experiences his surroundings in his body and generates a memory that he will want to share with his acquaintances, his relatives, or neighbours.

When the traveller returns home, he will describe these memories to those who stayed, and likewise, those who stayed will tell him what happened in his absence. Depending upon how he tells the story, this will determine whether the voyage was worthwhile and becomes part of the collective history of the community.

An example that has been recited for centuries, is that of the return of Odysseus after Troy went up in flames. The most beautiful thing is that the narrator, Homer, leaves to the reader’s imagination how those experiences of 20 years of absence are revealed by husband and wife.

Towards the end of this long lyrical poem, Odysseus has routed all his wife´s suitors, leaving his adult son Telemachus to clean up the devastated banquet hall where the suitors had gathered. Odysseus then, already cleaned with ointments, retires to the conjugal room where Penelope asks her husband to tell her everything that happened during those 20 years of absence. Homer only tells us that they spent hours embracing while each recounted what had come to pass those long years, until the rosy fingers of dawn touched them and they fell asleep.

Wakefield is another peculiar example, written by Nathaniel Hawthorne in the mid-1800s. It is the tale of a middle-class London man who one day, without further explanation, decides to leave home. He goes to live across the street from his house and looks out the window at the consequences of his absence. There are no adventures or escapades. His trip is unanticipated; it arises from an impulse that he himself did not plan. He doesn’t know when he will return, but he is determined to be anonymous and stateless.

After 20 years, his wife and daughter have become accustomed to his absence. Wakefield walks in the rain, right in front of her house, looks in through the window at the fire in the fireplace and his wife sitting knitting with her usual blanket. He decides to return home, opens the door and goes inside. Here the story ends.

These two travellers are completely different: Odysseus full of adventures and peripatetic wanderings, Wakefield a loser to whom, it seems, nothing happened. Both are absent 20 years from their loved ones and their homes. Both have the great opportunity to be heroes of their own lives; it will depend on how and what they say when they return. In turn, those who stayed will also have a lot to tell to make themselves known and to weave the history of their community.

Whether we are travellers or those who remain, rooted or sedentary, the invitation is to learn the art of narrating, of recounting  sensations, experiences and learning in such a way that they become a wonderful collective memory. With the time it will become a founding story.

June 2023.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

TROTAMUNDOS DE VERSOS

By Andrea Booher. Frying Pan River

Cada vez que me alejo del Valle, es al Río al que más extraño. Algo mágico tiene mi río Frying Pan que me hace entrar en un estado de ánimo muy particular. A veces es nostalgia, a veces es serenidad interior, otras veces angustia y pudiera ser, también, ansiedad. El Frying Pan es mi vecino de enfrente, su presencia es tan arrobadora e imponente que me ha obligado a buscar poesía en español de ríos para poder expresar lo que siento.

Andar en pos de versos puede acabar siendo un viaje al fondo del alma y esta vez fue un viaje por diversos ríos y tiempos de mi vida. Recorrí páginas de libros de poetas que alguna vez me hicieron temblar, buscando un verso que diga exactamente lo que siento al mirar a mi vecino el río.

Los invito a convertirse en trotamundos de versos, es tan fácil como abrir el buscador en internet y poner palabras como riachuelo, cauce, ribera, peces, mar, nunca más… Y desear que aparezca el verso que necesitas justo en ese momento. Déjate llevar como un internauta por espacios siderales que te conmuevan.

Mario Benedetti fue mi primer destino, pero descubrí que es ideal para causas sociales, solidaridad, compañerismo, amor de pareja. Estaba a punto de ir a otro micrositio cuando en uno de sus poemas, con una simplicidad detonante, me recordó ese rumor que escucho siempre desde mi casa. 

Cantamos porque el río está sonando.

Y cuando suena el río. Suena el río.

El sonido del Frying Pan es la esencia de esa corriente de agua sin descanso, a veces es más potente, y otras veces es un deslizar sereno alegrado por las truchas saltarinas que dan tanto placer a los pescadores. El nivel de agua es manipulado por el ser humano y se debe a que la presa de Ruedi abastece de agua a miles de campos, de comunidades, de animales, y árboles. Todo lo que significa ese sonido del río es energía y vitalidad, pero también es movimiento, cambio, despedida, y hasta muerte.

Seguramente este magnetismo que siento con el río, mi Sartén, se deba a que toda mi vida anterior viví en una Gran Ciudad; he sido una rata urbana. Siempre rodeada de calles de cemento y de arquitectura diseñada por personas que piensan la ciudad como un mundo. 

Las enredaderas se trepan por las bardas que parecen llegar al cielo. Los árboles formados en fila india flanqueando las aceras para resguardar del sol al peatón, las jardineras al ras del piso que es parejo para lucir zapatos de piel. El bullicio de los coches, y vendedores ambulantes antes me hacía apretar el paso y llegar a tiempo. 

Ahora me taladra el cerebro y me hace desear estar de nuevo junto a ese río juguetón y libre que rumorosamente va descendiendo de la presa de Ruedi para encontrarse con su gemelo el Roaring Fork. Los que vivimos en este Valle somos muy suertudos por estar entre ríos. No nada más tienen belleza, sino que nos proveen de salud mental.

 Cansada de trotar por versos recurro a las imágenes. Miro las fotos en mi celular para encontrar cuál es la que más me gusta del río, brinca una fotografía que tomó mi amiga Andrea. Me fascina porque retrata justo la personalidad del Frying Pan, es agreste, salvaje, es el lugar donde las águilas hacen sus nidos. Su cauce es sinuoso, serpentea para que la luna peine su cabellera platinada.

Decidí irme a Chile a visitar a Pablo Neruda y él cuenta que cuando fue a Florencia fue el dulce río Arno el que le reveló los secretos de su río chileno, el Orinoco. Busco el Orinoco en Google maps y mi memoria me transporta a esos lares. Estoy en Machu Picchu, recuerdo muy bien el clamor del río Urubamba en el Valle Sagrado del Perú. 

¡Ah! Nunca olvidaré la aventura que tuvimos mis hijas y yo cuando hicimos el trekking al Huayna Picchu siempre con el eco del Urubamba cobijándonos.

Manuel Benítez Carrasco, español de Alicante, fue mi primera experiencia en esto de viajar por versos. Su poema del puente y el río ha sido una de mis primeras revelaciones.

By Andrea Booher. Hunter Creek

El puente siempre se queda,

el río siempre se va. 

No tenía ni quince años y ya me había marcado un amor que se fue como ese río y yo me quedé como puente contemplando cómo se iba.

En la vida nos pasa algo similar, a veces somos río y andamos y andamos, viendo todo de pasada, cambiando constantemente. Otras veces somos puente, resguardamos nuestros recuerdos y nuestros amores a pesar de la corriente del tiempo y nos plantamos ahí vigilantes uniendo dos realidades a pesar del paso de los años.

Publicado por Angélica Breña en Sopa de Letras del Sol del Valle. SOPRIS SUN

Noviembre 10 del 2022

 

 

 

 

 

 

El Sol del Valle publica mi artículo en portada.

Nadie los vio salir.

Por: Angélica Breña.

“Llegaron a eso de tres, cuando los músicos todavía no se cansan y avientan cumbias y corridos como si estuvieran empezando.”Es el inicio del relato del escritor mexicano Eduardo Antonio de la Parra.

Nadie los vio Salir es un cuento corto donde De la Parra narra una experiencia muy particular que sucede en un bar fronterizo de mala muerte, frecuentado por los gringos y los norteños:“Los de la maquila apenas acaban la segunda jornada y entran bien ganosos, con garganta nuevecita y los billetes de la raya listos en la bolsa para reventarse un buen rato de cerveza y compañía”.

Cuando lo leí, supe que este cuento encaja muy bien para ilustrar lo que puede pasar en el Día de Muertos de los pueblos mexicanos.Lorenza es una fichera que se haya muy enferma y no se puede parar de la cama a trabajar. Su amiga, la voz narradora, no sabe si quedarse a cuidarla o, bajar a la cantina a trabajar;

“Ve, manita, por mí no te detengas” “Ve, necesitas los centavos”, le dice la moribunda.

La narradora decide que trabajará por las dos y cuando baja a la cantina llega una pareja muy diferente a los clientes acostumbrados. Discretos piden una cubeta de ampolletas, el calor es insoportable y la cerveza les entra como agua. La narradora los observa fascinada:

“Al mirarlos con cuidado era fácil notar la complicidad entre los dos: como si hicieran una travesura, igual a los chamacos que se van de pinta en vez de irse a clase. Se entendían a la perfección…me di cuenta que su alegría era privada y ya la traían desde antes de entrar aquí. El era guapo, ya lo dije, y con esa ropa blanca se me figuraba una aparición, alguien fuera de este mundo, bonito como el niño Dios.”

 Hace tres años llevé a mis amigos de este Valle, a presenciar Día de Muertos en Oaxaca. Estuvimos en San Agustín de Etla, un pueblito de Oaxaca donde el pequeño y humilde cementerio se encuentra en las faldas de la entrada de esta valiosa comunidad de artistas y artesanos. No eran las tres de la mañana, pero sí empezaba el sol a caer y las flores cempasúchil reverberaban a la luz de las veladoras. En la entrada había un grupo de músicos afinando sus instrumentos y calentando garganta con mezcales. Durante estas fiestas uno puede entrar como visitante a los cementerios; decidimos entrar discretamente pues a eso íbamos.

Fuimos invitados amablemente por una familia a sentarnos junto a la tumba de la abuelita. Siguiendo la tradición nos sirvieron mezcal, nos dieron cacahuates para pelar y empezaron a “platicar” con la abuelita. Yo le hacía de intérprete a nuestros amigos pues sabían poco español. Las dos hijas de esa abuela habían adornado la tumba con pétalos de flores, veladoras y calaveritas. Lo que más me llamó la atención fue que los platillos que estaban ahí estaban medio llenos. Ofelia la hija mayor, era una mujer recia de unos treinta años, tenía la mirada vidriosa por los mezcalazos que se había empinado. Elsa, la hermana, reía como una matraca en plena feria, las dos contaban historias de las travesuras que hacían en casa de esa abuela como si ella estuviera ahí. Nos sentíamos unos mirones fascinados y, les aseguro que, casi podíamos ver a la abuela chimuela riéndose. Llegaron los músicos; a bailar se ha dicho. Empezó el huateque, sin darnos cuenta ya estábamos bailando y brindando con los familiares y casi que, con la abuela.

Fue en ese momento cuando me acordé del cuento Nadie los vio Salir. Porque la narradora que había estado observando a la pareja, se daba cuenta que se traían algo entre manos. Eran dos “intrusos”, desconocidos, pero cuando se pararon a bailar armaron una verdadera juerga. Todos los comensales empezaron a sentirse muy contentos, jariosos… era una especie de bacanal.

La narradora nos dice cuando pasa junto a la mujer:“Se me hace imposible explicarlo: parecía que su cuerpo no pesara y resbalaba muy rápido por el suelo sin perder el equilibrio. No sé, como si no tuviera huesos dentro y la piel y el vestido fueran la envoltura de un paquete a punto de abrir.”

La pachanga llega a su clímax cuando la narradora recuerda a su amiga y compañera.“A Lorenza siempre le encantó bailar…-Ya sabes, comadrita-, me advertía, “yo soy capaz de morirme bailando”. Fue justo cuando todos zapateaban y cantaban a todo pulmón cuando Lorenza dio su espíritu.

Día de muertos trata de la esperanza. En esas fechas decoramos altares y tumbas esperando a que vengan “ellos”, nuestros amados muertos a celebrar. Es muy posible que nadie los vea salir.

https://angelica2017.edublogs.org/files/2022/10/Nadie-los-vio-salir-Spris-Sun.pdf

 

 

 

 

 

El Sol del Valle

 

The Valley es una región del Estado de Colorado, EUA. Comprende las poblaciones que se encuentran desde Aspen hasta Glenwood Springs. Nosotros habitamos en Basalt, pequeño pueblo histórico de mineros que se encuentra más o menos a la mitad del Valle. Este pueblo ha venido creciendo y poblándose tanto de Latinos como de Anglos. En los últimos tres años me siento más conectada con sus habitantes y con el resto del “Valle”. Sus montañas, ríos y praderas me fascinan tanto como su gente y la especial comunidad que habita en “El Valle”. Tuve la suerte de ser invitada a colaborar en un periódico local llamado El Sol del Valle. Mi objetivo es difundir la cultura mexicana amenamente a los lectores de esta publicación. Les comparto el texto que saldrá la semana próxima, y que, mi buena amiga Laura Cordera me asesoró con sus conocimientos culinarios y las imágenes presentadas.

 

¿Te crees muy salsa?

En chilangolandia cuando decimos “te crees muy salsa”, quiere decir, que tienes mucha personalidad o que te sientes más que los demás. Es una expresión amistosa que la podemos asociar con dos elementos muy populares y esenciales entre los latinos: La Salsa en las comidas y la Salsa para bailar.

Las salsas en las comidas son producto del mestizaje de los sabores nativos y endémicos de América con los platillos que trajeron los españoles e inmigrantes de otras culturas. Digamos que los chiles se conjuntaron con los tomates, los ajos y cebollas, además de diversas hierbas para calentar el paladar. Darle ese chispazo picante y coqueto a los platillos.En México la salsa es el ombligo de la mesa. En cualquier casa o changarro de la esquina encontraremos una o varias salseras, o molcajetitos, en el centro de la mesa con salsa.

La salsa es la que une el guisado con las tortillas; es la que hace interesante un totopo o un bolillo. Los colores son tan variados como los grados de picante. Las salsas son el indicador de la procedencia y la diversidad de los pueblos y comunidades. La salsa es mezcla de sabores fundiéndose, machacándose. Un verdadero lujo culinario es cuando la salsa está molcajeteada; pues los chiles y tomates verdes y/o rojos van tatemados en el comal y luego machacados en el molcajete.

Algunos ejemplos nos harán agua la boca: La Salsa Borracha es la pareja inseparable de la barbacoa. El mole es el rey en las regiones de Oaxaca, Puebla, el Itsmo y Veracruz. ¿Sabías hay más de 50 variedades de mole en México? Y, ni qué decir, de sus primos los Pipianes, son muy lucidores en los menús de las fiestas de los pueblos. El Pico de Gallo es famosísimo y súper fácil de hacer, va bien con todo, hasta en las “Skin Potatoes”. En Jalisco y su Perla Tapatía las Tortas Ahogadas se saborean sumergiendo el birote en una salsa de tomate inolvidable.

En el Perú son los ajíes en las cremas. La clásica salsa criolla con su cebolla y ají amarillo a la juliana. Hay otras cremas de ají que le suman sabor a los platillos. Las típicas Papas a la Huancaína con su Señora Crema Amarilla son muy ¡Chévere!       Los chimichurris argentinos son esenciales para saborear los cortes y empanadas; cada uno tiene su propia personalidad y receta. Las arepas venezolanas van muy bien con la salsa barbacoa.

Las salsas picantes han cruzado fronteras en toda América; en El Salvador no se come con picante pero los salvadoreños que viven en este Valle han adoptado las salsas en sus mesas y platillos. No hay barbacoa, ni carne asada en esta región que no incluya una salsa o guacamole. En el Valle podemos degustar y probar auténticas salsa verdes, rojas y coloradas. En los mercados semanales podemos comprar chimichurris y chiles. Las salsas picantes están presentes tanto en rimbombantes restaurantes de Aspen como también, en restaurantes típicos en Basalt, El Jebel, Carbondale y Glenwood.

 

El segundo elemento que nos une es la Salsa que se baila en las fiestas y celebraciones. Curiosamente no es un género musical original sino que es una fusión de ritmos afrocaribeños con los europeos que se impusieron en las conquistas de las Américas.

Igual que la salsa une las tortillas con el guisado; en la música se unen los tambores afro-caribeños con los ritmos europeos y locales dando como resultado variados géneros que se bailan con mucho sabor candente: La rumba, el mambo, el son, merengue, la cumbia, bachata, y hasta el reguetón.  Géneros todos que conforman parte de la “salsa para bailar”. Dependerá de cómo se toquen y quienes los bailen para ir añadiendo personalidad y estilo a ese género musical que siempre estará surgiendo de la fusión, de la inclusión y de la mezcla.

La rítmica percusiva está enriquecida con variados instrumentos que definitivamente te paran a bailar: El bongó, las congas, tumbadores, cencerros se unen con el piano, las trompetas, la jarana, la clave, y muchos más… Nos detonan una energía interior que nos  anima a mover los pies, a machacar las caderas y calentar las miradas.

El pasado 20 de agosto fue un Día de Salsa bailada. Basalsa en Willits fue muy concurrido por diversas familias y personalidades. La música resonaba en español y nos sacaba a bailar. Renació ese espíritu salsero que solía estar hace décadas en el Jimmy´s de Aspen pero ahora con Mezcla nos volvimos a juntar anglos, latinos, e invitados de todos compartiendo el cha, cha, cha, y la clave; moviendo los pies, meneando las caderas y chisporroteando alegría. En el Campus de las Artes, de Willits, TACAW grandes y chicos pudimos disfrutar de una convivencia bien salseada; tanto en los tacos de Señor Taco Show como en las mezclas de los DJ´s comprobé que somos capaces de disfrutar esas fusiones que resaltan el gusto por la vida.

Ahora, pregúntame:

¿Te crees muy salsa? Y te responderé que sí, que me creo mucho porque en este Valle puedo saborear y bailar de buenas Salsas.

Angélica Breña.

Aquí abajo puedes ver el artículo anterior.

ElSolDelValle (1)

 

 

 

 

 

La Ciudad de Modesto

Modesto era una jirafa que vivió más de 20 años en cautiverio, era único en su especie pero siempre acompañado y cuidado por su encargado, un ejemplo de la bondad juárense, que llamaré Eubaldo en esta ocasión.

Seguramente Eubaldo ya era mayor cuando llegó Modesto a ese parque y aceptó su cargo como cuidador de ese gigantesco y dócil animal. El buen Eubaldo se fue encariñando de Modesto y la jirafa se fue acostumbrando a sus cuidados. Ambos envejecían y se acompañaban además de dar una poca de alegría a los niños, las niñas y los adultos que visitaban a Modesto y le ofrecían una zanahoria. Después del encierro de dos años de pandemia, que hizo patente la ausencia de los visitantes, el día primero de junio de este año Modesto murió y los niños le hicieron una ofrenda con cartas, dibujos, muñequitos y otros juguetes para su nueva vida en el Más Allá.

Lo curioso es que tres días antes Eubaldo se había muerto de causas naturales, después de más de 20 años de estar al cargo de la jirafa. Lo cierto es que Modesto resintió tanto la ausencia de la bonhomía y cariño de su cuidador, que su corazón dejo de latir. Tanto Eubaldo como Modesto son una muestra de la bondad y calidez que pueden tener los seres en esa ciudad. Sin embargo, la violencia y el crimen han teñido durante muchos años las noches de esa enorme y densa ciudad.

La casa de Modesto está en un parque urbano ubicado en el ombligo del área citadina de esa ciudad fronteriza que dio a luz al famosísimo y eternamente querido Juan Gabriel. Extrañamente, ese gran parque que contiene planteles educativos y culturales está partido a la mitad, escindido, interrumpido por una avenida de tráfico denso y pesado. Pareciera que fue un descuido o quizá un afán de disimular el abandono y no cuidado del Espacio Público. Como visitante pude notar más las ruinas, el abandono y el descuido que notar ese gran capital humano que guarda  Ciudad Juárez en el corazón de sus habitantes, más no en los que van de paso.

Me pregunto si esa Avenida que ha llevado a miles y miles de viajeros, conductores, migrantes, estudiantes, niños, niñas, madres, abuelos, trabajadores, empleadas, luchadoras, nómadas a El Paso, frontera con Estados Unidos, ya existía desde antes. Y luego, las autoridades, en un descuido, pusieron el parque en uno y otro lado de esa vía vehicular. Capaz de que, en otro descuido, los viajeros y transeúntes deciden ir al parque a recrearse y no sólo estar de paso o ir a El Paso. O quizás la intención fue amortiguar el ruideral del arroyo vehicular que taladra los oídos con las áreas secas y terrosas del Parque Central. Sin embargo, la milagrosa Naturaleza persiste, no importando la escasez del agua y  hace que los pocos huizachales florezcan bellamente.

 

En esa frontera no todos pasan, entonces, se quedan y esperan rabiosamente o mansamente a poder pasar del Otro lado. Quizás por eso no cuiden ese lugar.

 

Si lo más más tangible en Juárez es el triste abandono y descuido que reina por todas partes. También, lo más sensible es la amabilidad y calidez de las personas que me atendieron y me dieron la bienvenida en Juárez. Esa buena disposición y honestidad que noté, por ejemplo, en Juan Pichardo, conductor de taxi del aeropuerto al Consulado que nos devolvió con una gran sonrisa, sin costo alguno, la cartera que olvidó mi esposo en su auto.

Otro ejemplo son todos los empleados y oficiales que atienden a los “aplicantes” en el Consulado Americano, son extraordinariamente amables y pacientes con todos los que recurrimos ahí, sin hacer distinción alguna, a pesar de lo tedioso y repetitivo de sus tareas. También las meseras y servidores turísticos en el hotel, y cafeterías que estuvimos. Recuerdo un chiste, una cortesía al pasar. Incluso un saludo a la tercera mañana como: “¿Su café como siempre Señora?¨.

Me sorprendí al recibir una ayuda eficaz y educada de policía enmascarado que desvió su rumbo para indicarme dónde se encontraba el cajero automático y que no dejó de notar mi sospecha y temor. Y ya, para rematar el contraste de la condición de crimen extremo de la Ciudad con la interesante Señora Monique, habitante y madre de familia de Juárez desde hace décadas. Ha sido una gran promotora de la cultura, a pesar de lo infértil del terreno. Una Quijota, que, sin conocerme, se tomó la molestia y dedicó una tarde a pasearme por los lugares icónicos de esa ciudad, invitándome gentilmente el famosísimo y original “margarita” del bar Kentucky.

En tres días que estuve haciendo mis trámites en el Consulado me di cuenta de que mi mirada buscaba una compensación al desalmado espectáculo que ofrecía el paisaje que me rodeaba y fue el bello azul del cielo y sus pomposas nubes de variante color que podía ver siempre que alzara la mirada. También noté la nobleza de la naturaleza en los huizachales, única fuente de sombra, que a pesar del descuido de los habitantes florecían y echaban sus cartuchos de semillas aunque resultaba inútil esa fertilidad en las banquetas agrietadas.

Todo lo demás eran lotes baldíos, bolsas de basura decorando las mallas oxidadas como enredaderas, rincones con cascajo, coches destartalados, socavones con basura, calles rotas, ruinas de algún pasado que fue glorioso. Como las ruinas de la primera Escuela de Agronomía que fundaron los hermanos Escobar. O el muro deshecho de la casa que cobijó a Benito Juárez en 1865 cuando se refugiaba de los franceses.

http//laverdadjuarez.com/2020/12/27/cuando-benito-juarez-goberno-desde-paso-del-norte/

 

 

Baches

El primer domingo de enero del presente año fui a dar un paseo en bicicleta para reconocer mi ciudad, para sentir a mi gente y constatar que todavía los paseos dominicales a lo largo de Paseo de la Reforma son una excelente opción chilanga para recrearnos al aire libre.

Los paseos en mi ciudad son los que me inspiran y me hacen sentir viva, formar parte de este gran calamar.

“Pasear —respondí yo— me es imprescindible, para animarme y para mantener contacto con el mundo vivo, sin cuyas sensaciones no podría escribir media letra más ni producir el más leve poema en verso o prosa. Sin pasear estaría muerto, y mi profesión, a la que amo apasionadamente, estaría aniquilada”. Robert Walser El Paseo.  

Señales literarias que me inspiran

Pedaleando a la altura de la Diana, ¡Zaz! Mis ojos no dan crédito al ver una estatua de una mujer, y luego otra que reconozco como a Sor Juana y, otra envuelta en espera de ser develada.

 

Mi mente se vuelca a ese año, en el cual estaba sumergida en uno de los baches más lodosos de mi vida. Era el 2011, había perdido mi trabajo, mi reciente y joven esposo me había dicho que no quería estar más a mi lado y, no había tenido éxito en una convocatoria del FONCA, para un proyecto cultural.

Los del Fonca y la Cámara de Diputados me batearon el proyecto que concursé, el cual yo pensaba era infalible y brillante. Se trataba de hacer visibles a mujeres mexicanas que hayan hecho hazañas ejemplares como haber roto, el endémico y ancestral, machismo para bien de ellas o de su comunidad; narrando en libros de bolsillo sus baches y nuevos rumbos para que las niñas y los niños enriquecieran su imaginario de heroínas. El proyecto editorial y los nombres de esas mujeres que tantas horas me habían consumido se quedaron sepultados en el archivo muerto.

Los baches no son más que esto, tramos del camino rotos donde se anega el agua y el lodo, una vez que los superas sigues tu ruta o desvías tu dirección hacia una nueva meta. Mi nuevo camino en ese momento estaba iluminado por una nueva presencia amorosa, optimista y llena de energía. Esa presencia llegó a mi vida abriendo horizontes y ópticas; comenzamos a labrar un nuevo presente. El me brindó el apoyo emocional y material necesarios para redirigir toda mi energía y creatividad. Me volví a subir a la rueda de la fortuna y continué mi vida.

Pero regresemos a este año. Al día siguiente de mi encuentro con monumentos de Mujeres Célebres salté de la cama, me enfundé unos pants y me puse a caminar hacia el Angel.

Era un adormilado lunes, muy alegre el sol y el cielo estaba aún tímido azul. Mi propósito era ver de cerca esas estatuas, sacarles unas fotos y después escribir mis impresiones, era demasiado nuevo para mí que en la sección más señorial de Reforma, entre la Diana y el Angel, hubiera monumentos a mujeres célebres.

Pues, amable lectora o lector ahí están esas mujeres forjadas en bronce, cumpliendo con lo que la Jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum y la Presidenta de Derechos Humanos se propusieron:

“El objetivo de las estatuas es reconocer que las mujeres han sido invisibilizadas y darles un lugar “en el nuevo carril de la memoria social” para “contribuir a una narrativa de la historia más igualitaria, justa y realista.”

https://elpais.com/mexico/2021-09-29/cuatro-nuevas-estatuas-de-mujeres-en-el-paseo-de-la-reforma-para-relatar-una-historia-mas-justa.html – ?prm=copy_link

En estos 3 meses pasados he preguntado a muchas de mis amistades y conocidos si saben o han visto a estas mujeres flanqueando una de las avenidas más icónicas de la ciudad y la gran mayoría aún no las ha visto. Pero ahí están marcando un cambio, y yo con este sencillo texto invito a todas y todos a abrir los ojos y ver más de cerca esta nueva era.

Por último, ya está publicado un verdadero proyecto editorial mucho más brillante y mejor escrito que lo que yo hubiera podido hacer. La Maestra Isabel Revuelta Poo investigadora y narradora nos alienta y deleita con una hermosa edición “Hijas de la Historia” , Editorial Planeta 2021.

Angélica Breña.

Marzo 2022.

 

Mi lugar favorito de Basalt, Colorado

Mi lugar favorito en Basalt lo encontré en el verano del 2011. Yo llevaba algunos meses de salir con Julian, ahora es mi esposo. Él es un gran “fan” del “outdoors”; de hacer senderismo, de dormir bajo las estrellas, de ponerse lo mismo al día siguiente y de explorar cada montaña, lago o río que se encuentre. Ese año me invitó a venir aquí al río Frying Pan  a acampar en su terreno. Acepté sin saber nada de este valle entre ríos; el Roaring Fork y el Frying Pan. Nunca había hecho campismo, ni pesca. Nada sabía de senderos, mucho menos de osos, pumas, venados, águilas, castores y todos esos vecinos que ahora comparten nuestras vidas.Yo era una “flor de asfalto”, chilanga de buena cepa.

El primer día de acampar encontramos cerca de nuestro campamento un hueso muy largo recién peladito, todavía había restos de sangre, piel y pelos. Julian siguió las huellas con la mirada y encontró restos de popo del animal que había estado ahí, tomó unas fotos de las huellas y del excremento y me dijo vamos a averiguar de qué se trata.Yo pensé que habían sido unos maloras, humanos mal intencionados que nos querían asustar, pues que vengo de una Cd. muy grande y populosa donde hay todo tipo de gente.

Manejamos a este edificio tan simpático y bonito con su verde característico y…fue una auténtica revelación entrar en ese espacio inundado de luz y frescor. Muy acogedor pero moderno fue una experiencia muy parecida a la magdalena de Proust.

Recuerdo que había una escultura de alambre que volaba en esa doble altura que permite ver por los ventanales las montañas. Camine al fondo atraída por el verdor que brillaba por esos cristales, la luz actuaba como un imán, me enamoré de la vista del río y su paisaje.

Recorrí con la mirada los escritorios perfectos para trabajar, los sofás tan cómodos para leer después de una caminata, los contactos para cargar mi celular, periódicos del día para leer y el colmo de mi gozo…muchos, pero ¡Muchos libros! ¡Era el lugar ideal para sobrevivir los 15 días de campamento! Caminé por el resto de las instalaciones y me sentí como Alicia en el País de las Maravillas. La arquitectura y diseño de interiores de la sección de niños y jóvenes era lo que yo, como maestra de literatura, siempre había soñado.

La bibliotecaria nos dio la herramienta perfecta para saber que había sido un Puma, aquí les llaman mountain lion, el que se había merendado al venado que rondaba cerca de nuestro campamento y no era ningún signo humano de amenaza, ni motivo de miedo.Era nuestro vecino cumpliendo con su destino.

En mi vida de la Ciudad de México nunca hubiera imaginado ir a una Biblioteca Pública a averiguar este tipo de cosas. Las bibliotecas allá son lugares más bien serios y oscuros, para hacer investigación y estudiar, las buenas se encuentran muy lejos de mi casa y la gran mayoría no presta los libros. Lo normal en mi colonia es ir a las librerías como El Péndulo, pedir un café y desear que haya en existencia el libro que busco. Si no lo hay, seguramente me encontraré con alguien conocido para platicar y seguir cafeteando.

Librería El Péndulo , Ciudad de México
Librería El Péndulo, Ciudad de México

La biblioteca de Basalt fue la que verdaderamente me dio la bienvenida a este valle. Me sentí en casa inmediatamente con su comodidad e instalaciones pero lo más importante fue su gente. Los bibliotecarios, que ahora son mis amigos y consejeros, me han enseñado que no hay preguntas estúpidas, que siempre hay una puerta abierta para aquello que quiero investigar o saber. Nunca me he sentido mal por no entender cómo funciona el sistema o solicitar ayuda para encontrar un libro o material. Nunca hay ridículos, ni imposibles. Berenicé Forrest, la asistente de Dirección me abrió las puertas de par en par para conducir un grupo que le llamamos El Placer de Leer y que funciona hace 5 años durante el verano.

 

Con su colección de libros sobre fauna, flora  e historia de las Montañas Rocallosas me ha hecho abrir mi corazón a la vida natural que nos rodea. Estar en la biblioteca me trajo nuevas amistades que actualmente son mi tesoro de estas latitudes. La biblioteca me ha brindado nuevos aprendizajes y placeres como escuchar recitales y la mejor música de cámara del festival de Música de Aspen, hasta ver las estrellas a través de un telescopio.

Los libros y las historias eran mi refugio, mi inspiración desde siempre, pero aquí, en la biblioteca de Basalt junto con su personal, me abrieron el hemisferio Norte de mi vida. Es el centro gravitacional que me ha dado pertenencia, razón suficiente para seguir ofreciendo mi tiempo y entusiasmo a esta organización como agradecimiento de tantos placeres recibidos gratuitamente.

 

 

Y tú, ¿Quién eres?

Y ¿Tú quién eres?

Te invito a que hagas este ejercicio: escribir tu perfil como si lo fueras a publicar en redes sociales y te atrevas a subir fotos, yo lo hice y me sirvió para delinear mi identidad actual. La pregunta fundamental ¿Quién soy? siempre nos remite a nuestro prójimo; padres, hermanas y hermanos, hijas, esposo, y también a aquellos lugares o decisiones que nos revelaron lo que hoy somos.

Soy la hermana güera de cinco que no lo son, me pusieron el mismo nombre que mi madre por ser la mayor de las hijas pero le antecedieron un “María” para distinguirme, el cual nunca me llamaron y creo que tampoco me distinguieron. Ahora que mi madre tiene 91 años con Alzheimer galopante se hace unas bolas tremendas cuando le contesto a su, siempre misma pregunta, -Y ¿Tú quién eres?-  Angélica Breña, le contesto y entonces viene una cascada de confusiones que me hacen desear haberme llamado María y ya. Descubro que mi papá no le puso mucha atención a cuál sería mi nombre y eso que asistió a mi bautizo y al Registro Público para obtener mi primer documento de identidad oficial, mi acta de nacimiento que esta manuscrita fue elaborada en la Ciudad de México en 1959, dice María Angélica Breña Malacara, al anverso una serie de garrapatitas corrigiendo la errata por Malagamba. Mis dedos gordos del pie son mi señal distintiva, esféricos y abultados como si fueran una tutsi pop, los pobres siempre sufren de golpes y sus uñas están maltratadas a pesar de los cuidados extras que les doy, los heredé de mi padre, él los tiene en las manos. En una ocasión me dijo una bruja que eran así por que yo he vivido muchas vidas anteriores, entonces me consuela que he evolucionado puesto que no soy una piedra.

 

 

  Tuve la suerte de tener un padre presente y hasta la fecha quiere seguir funcionando como tal pero en mi infancia estuvo tan ocupado trabajando y manteniendo la casa y estudios de todos nosotros que no le dio tiempo de irnos conociendo a cada uno en nuestra individualidad. Mi percepción de cuál es mi lugar en el corazón de mis padres es diferente a la que mis hermanos dicen de mí pero agradezco haber tenido una vida en, lo que ahora llaman, familia tradicional. Conservo buenas fotos impresas de la vida familiar y siempre que pienso en mí de niña se me viene la imagen de una niña alegre, extrovertida y con aura brillante.

 

 

 

Mi inclinación por la literatura y la buena música viene de mi mamá. Ella cultivó la literatura latinoamericana y fue una notable maestra de jóvenes mujeres a nivel preparatoria, licenciatura y maestría. Dejó de ser mi madre a mis 36 años para convertirse en mi  verdadera maestra cuando hice el posgrado en Humanidades. Ella me fomentó la buena cultura y la sensibilidad para descubrir las narrativas de moda del siglo XX, desde tabicones como el Ulises James Joyce hasta revelaciones de mis yoes como Ernesto Sábato, Octavio Paz, y su amado Vargas Llosa. Papá también contribuyó a ese gusto mío por los libros y las Humanidades nos leía los domingos en el desayuno algunos cuentos de Oscar Wilde y siempre recordaré cómo me conmovía el Príncipe Feliz y esa pequeña incauta golondrina que se quedó sin migrar por seguir haciendo lo que el príncipe le decía.

 

He cultivado el hábito de la lectura y el de ser una continua aprendiz de las artes, del francés y del italiano en mi tiempo propio, aquel que me queda para mi deleite, que procuro sea cada vez más.

He tenido el privilegio de amar y ser correspondida en varias ocasiones. De esos amores definitivos y públicos conservo gratísimos recuerdos y espinosas enseñanzas. No puedo decir que no lamento nada de lo que pasó como dice la Piaf pero sí he incorporado las vivencias más dolorosas a mi disco duro de tal manera que ya no sangran, al contrario lubrican y ayudan a que yo camine la vida como si estuviera descalza sobre vidrios y ascuas.

Hay dos lugares entrañables más que favoritos que me han ayudado a ser como soy:

  1. El estudio de mi mamá donde había muchos libros de todo tipo a mi alcance. Buscar las palabras prohibidas y explorar los interiores de esas páginas a mi antojo me enseñó la libertad. Cuando estaba en la edad de la punzada me alejé de esa biblioteca para formar la mía, en esos veranos las tardes lluviosas se prestaban para saltar charcos y soñar con esas historias que leía. Esas dos actividades se mezclaban como café con leche. Ahora cuento con un estudio formado y diseñado por mí. Me gusta sentarme a rodeada de libreros llenos de libros leídos y consultados por mí en todos estos años y con una ventana que en abril se llena de jacarandas.
  2. Ennedi, región en el desierto del Sahara. Fue una verdadera aventura y el mejor regalo que me dio Julián mi esposo en 2014. En el desierto el silencio es de cristal y las estrellas fueron la obra maestra más bella que he visto. Anduvimos en caravana en camellos con nuestro mundo a cuestas. Una gran metáfora de la vida toda.

 

Con el tiempo he descubierto que la felicidad es un estado de ánimo muy volátil y delicado pero que se puede cultivar, algo así como los gusanos de seda y ahora que me estreno como abuela de Kublai (Xavier) con el solo hecho de que exista ese bebé me invade un deseo enorme de estar feliz.

El amor a mis dos hijas me ha acompañado siempre para volver a intentar, para explorar esos horizontes desconocidos, para escoger el camino luminoso. Estoy agradecida con la Vida y con cada una de mis hijas por igual por dejarme ser testigo cercano de sus búsquedas, logros y preguntas. Han sido unas mujeres extraordinarias y las tres genuinamente disfrutamos estar juntas en ocasiones bastante frecuentes  especialmente al compartir opiniones, novelas, risas y lágrimas.

La amistad es mi religión, me gusta entablar franca amistad con personas diversas a mí. Con las y los amigos no siento fronteras ni límitaciones.  Me doy cuenta que tengo más conexión con personas que están en el ámbito de las artes y que poseen una creatividad superior a la media, mi esposo es uno de ellos además del mejor compañero y amante.

Ahora que ya estoy en la sexta década de mi vida los logros profesionales y las credenciales oficiales son accesorios que prefiero no cargar ni mostrar.