TROTAMUNDOS DE VERSOS

By Andrea Booher. Frying Pan River

Cada vez que me alejo del Valle, es al Río al que más extraño. Algo mágico tiene mi río Frying Pan que me hace entrar en un estado de ánimo muy particular. A veces es nostalgia, a veces es serenidad interior, otras veces angustia y pudiera ser, también, ansiedad. El Frying Pan es mi vecino de enfrente, su presencia es tan arrobadora e imponente que me ha obligado a buscar poesía en español de ríos para poder expresar lo que siento.

Andar en pos de versos puede acabar siendo un viaje al fondo del alma y esta vez fue un viaje por diversos ríos y tiempos de mi vida. Recorrí páginas de libros de poetas que alguna vez me hicieron temblar, buscando un verso que diga exactamente lo que siento al mirar a mi vecino el río.

Los invito a convertirse en trotamundos de versos, es tan fácil como abrir el buscador en internet y poner palabras como riachuelo, cauce, ribera, peces, mar, nunca más… Y desear que aparezca el verso que necesitas justo en ese momento. Déjate llevar como un internauta por espacios siderales que te conmuevan.

Mario Benedetti fue mi primer destino, pero descubrí que es ideal para causas sociales, solidaridad, compañerismo, amor de pareja. Estaba a punto de ir a otro micrositio cuando en uno de sus poemas, con una simplicidad detonante, me recordó ese rumor que escucho siempre desde mi casa. 

Cantamos porque el río está sonando.

Y cuando suena el río. Suena el río.

El sonido del Frying Pan es la esencia de esa corriente de agua sin descanso, a veces es más potente, y otras veces es un deslizar sereno alegrado por las truchas saltarinas que dan tanto placer a los pescadores. El nivel de agua es manipulado por el ser humano y se debe a que la presa de Ruedi abastece de agua a miles de campos, de comunidades, de animales, y árboles. Todo lo que significa ese sonido del río es energía y vitalidad, pero también es movimiento, cambio, despedida, y hasta muerte.

Seguramente este magnetismo que siento con el río, mi Sartén, se deba a que toda mi vida anterior viví en una Gran Ciudad; he sido una rata urbana. Siempre rodeada de calles de cemento y de arquitectura diseñada por personas que piensan la ciudad como un mundo. 

Las enredaderas se trepan por las bardas que parecen llegar al cielo. Los árboles formados en fila india flanqueando las aceras para resguardar del sol al peatón, las jardineras al ras del piso que es parejo para lucir zapatos de piel. El bullicio de los coches, y vendedores ambulantes antes me hacía apretar el paso y llegar a tiempo. 

Ahora me taladra el cerebro y me hace desear estar de nuevo junto a ese río juguetón y libre que rumorosamente va descendiendo de la presa de Ruedi para encontrarse con su gemelo el Roaring Fork. Los que vivimos en este Valle somos muy suertudos por estar entre ríos. No nada más tienen belleza, sino que nos proveen de salud mental.

 Cansada de trotar por versos recurro a las imágenes. Miro las fotos en mi celular para encontrar cuál es la que más me gusta del río, brinca una fotografía que tomó mi amiga Andrea. Me fascina porque retrata justo la personalidad del Frying Pan, es agreste, salvaje, es el lugar donde las águilas hacen sus nidos. Su cauce es sinuoso, serpentea para que la luna peine su cabellera platinada.

Decidí irme a Chile a visitar a Pablo Neruda y él cuenta que cuando fue a Florencia fue el dulce río Arno el que le reveló los secretos de su río chileno, el Orinoco. Busco el Orinoco en Google maps y mi memoria me transporta a esos lares. Estoy en Machu Picchu, recuerdo muy bien el clamor del río Urubamba en el Valle Sagrado del Perú. 

¡Ah! Nunca olvidaré la aventura que tuvimos mis hijas y yo cuando hicimos el trekking al Huayna Picchu siempre con el eco del Urubamba cobijándonos.

Manuel Benítez Carrasco, español de Alicante, fue mi primera experiencia en esto de viajar por versos. Su poema del puente y el río ha sido una de mis primeras revelaciones.

By Andrea Booher. Hunter Creek

El puente siempre se queda,

el río siempre se va. 

No tenía ni quince años y ya me había marcado un amor que se fue como ese río y yo me quedé como puente contemplando cómo se iba.

En la vida nos pasa algo similar, a veces somos río y andamos y andamos, viendo todo de pasada, cambiando constantemente. Otras veces somos puente, resguardamos nuestros recuerdos y nuestros amores a pesar de la corriente del tiempo y nos plantamos ahí vigilantes uniendo dos realidades a pesar del paso de los años.

Publicado por Angélica Breña en Sopa de Letras del Sol del Valle. SOPRIS SUN

Noviembre 10 del 2022

 

 

 

 

 

 

El Sol del Valle publica mi artículo en portada.

Nadie los vio salir.

Por: Angélica Breña.

“Llegaron a eso de tres, cuando los músicos todavía no se cansan y avientan cumbias y corridos como si estuvieran empezando.”Es el inicio del relato del escritor mexicano Eduardo Antonio de la Parra.

Nadie los vio Salir es un cuento corto donde De la Parra narra una experiencia muy particular que sucede en un bar fronterizo de mala muerte, frecuentado por los gringos y los norteños:“Los de la maquila apenas acaban la segunda jornada y entran bien ganosos, con garganta nuevecita y los billetes de la raya listos en la bolsa para reventarse un buen rato de cerveza y compañía”.

Cuando lo leí, supe que este cuento encaja muy bien para ilustrar lo que puede pasar en el Día de Muertos de los pueblos mexicanos.Lorenza es una fichera que se haya muy enferma y no se puede parar de la cama a trabajar. Su amiga, la voz narradora, no sabe si quedarse a cuidarla o, bajar a la cantina a trabajar;

“Ve, manita, por mí no te detengas” “Ve, necesitas los centavos”, le dice la moribunda.

La narradora decide que trabajará por las dos y cuando baja a la cantina llega una pareja muy diferente a los clientes acostumbrados. Discretos piden una cubeta de ampolletas, el calor es insoportable y la cerveza les entra como agua. La narradora los observa fascinada:

“Al mirarlos con cuidado era fácil notar la complicidad entre los dos: como si hicieran una travesura, igual a los chamacos que se van de pinta en vez de irse a clase. Se entendían a la perfección…me di cuenta que su alegría era privada y ya la traían desde antes de entrar aquí. El era guapo, ya lo dije, y con esa ropa blanca se me figuraba una aparición, alguien fuera de este mundo, bonito como el niño Dios.”

 Hace tres años llevé a mis amigos de este Valle, a presenciar Día de Muertos en Oaxaca. Estuvimos en San Agustín de Etla, un pueblito de Oaxaca donde el pequeño y humilde cementerio se encuentra en las faldas de la entrada de esta valiosa comunidad de artistas y artesanos. No eran las tres de la mañana, pero sí empezaba el sol a caer y las flores cempasúchil reverberaban a la luz de las veladoras. En la entrada había un grupo de músicos afinando sus instrumentos y calentando garganta con mezcales. Durante estas fiestas uno puede entrar como visitante a los cementerios; decidimos entrar discretamente pues a eso íbamos.

Fuimos invitados amablemente por una familia a sentarnos junto a la tumba de la abuelita. Siguiendo la tradición nos sirvieron mezcal, nos dieron cacahuates para pelar y empezaron a “platicar” con la abuelita. Yo le hacía de intérprete a nuestros amigos pues sabían poco español. Las dos hijas de esa abuela habían adornado la tumba con pétalos de flores, veladoras y calaveritas. Lo que más me llamó la atención fue que los platillos que estaban ahí estaban medio llenos. Ofelia la hija mayor, era una mujer recia de unos treinta años, tenía la mirada vidriosa por los mezcalazos que se había empinado. Elsa, la hermana, reía como una matraca en plena feria, las dos contaban historias de las travesuras que hacían en casa de esa abuela como si ella estuviera ahí. Nos sentíamos unos mirones fascinados y, les aseguro que, casi podíamos ver a la abuela chimuela riéndose. Llegaron los músicos; a bailar se ha dicho. Empezó el huateque, sin darnos cuenta ya estábamos bailando y brindando con los familiares y casi que, con la abuela.

Fue en ese momento cuando me acordé del cuento Nadie los vio Salir. Porque la narradora que había estado observando a la pareja, se daba cuenta que se traían algo entre manos. Eran dos “intrusos”, desconocidos, pero cuando se pararon a bailar armaron una verdadera juerga. Todos los comensales empezaron a sentirse muy contentos, jariosos… era una especie de bacanal.

La narradora nos dice cuando pasa junto a la mujer:“Se me hace imposible explicarlo: parecía que su cuerpo no pesara y resbalaba muy rápido por el suelo sin perder el equilibrio. No sé, como si no tuviera huesos dentro y la piel y el vestido fueran la envoltura de un paquete a punto de abrir.”

La pachanga llega a su clímax cuando la narradora recuerda a su amiga y compañera.“A Lorenza siempre le encantó bailar…-Ya sabes, comadrita-, me advertía, “yo soy capaz de morirme bailando”. Fue justo cuando todos zapateaban y cantaban a todo pulmón cuando Lorenza dio su espíritu.

Día de muertos trata de la esperanza. En esas fechas decoramos altares y tumbas esperando a que vengan “ellos”, nuestros amados muertos a celebrar. Es muy posible que nadie los vea salir.

https://angelica2017.edublogs.org/files/2022/10/Nadie-los-vio-salir-Spris-Sun.pdf

 

 

 

 

 

El Sol del Valle

 

The Valley es una región del Estado de Colorado, EUA. Comprende las poblaciones que se encuentran desde Aspen hasta Glenwood Springs. Nosotros habitamos en Basalt, pequeño pueblo histórico de mineros que se encuentra más o menos a la mitad del Valle. Este pueblo ha venido creciendo y poblándose tanto de Latinos como de Anglos. En los últimos tres años me siento más conectada con sus habitantes y con el resto del “Valle”. Sus montañas, ríos y praderas me fascinan tanto como su gente y la especial comunidad que habita en “El Valle”. Tuve la suerte de ser invitada a colaborar en un periódico local llamado El Sol del Valle. Mi objetivo es difundir la cultura mexicana amenamente a los lectores de esta publicación. Les comparto el texto que saldrá la semana próxima, y que, mi buena amiga Laura Cordera me asesoró con sus conocimientos culinarios y las imágenes presentadas.

 

¿Te crees muy salsa?

En chilangolandia cuando decimos “te crees muy salsa”, quiere decir, que tienes mucha personalidad o que te sientes más que los demás. Es una expresión amistosa que la podemos asociar con dos elementos muy populares y esenciales entre los latinos: La Salsa en las comidas y la Salsa para bailar.

Las salsas en las comidas son producto del mestizaje de los sabores nativos y endémicos de América con los platillos que trajeron los españoles e inmigrantes de otras culturas. Digamos que los chiles se conjuntaron con los tomates, los ajos y cebollas, además de diversas hierbas para calentar el paladar. Darle ese chispazo picante y coqueto a los platillos.En México la salsa es el ombligo de la mesa. En cualquier casa o changarro de la esquina encontraremos una o varias salseras, o molcajetitos, en el centro de la mesa con salsa.

La salsa es la que une el guisado con las tortillas; es la que hace interesante un totopo o un bolillo. Los colores son tan variados como los grados de picante. Las salsas son el indicador de la procedencia y la diversidad de los pueblos y comunidades. La salsa es mezcla de sabores fundiéndose, machacándose. Un verdadero lujo culinario es cuando la salsa está molcajeteada; pues los chiles y tomates verdes y/o rojos van tatemados en el comal y luego machacados en el molcajete.

Algunos ejemplos nos harán agua la boca: La Salsa Borracha es la pareja inseparable de la barbacoa. El mole es el rey en las regiones de Oaxaca, Puebla, el Itsmo y Veracruz. ¿Sabías hay más de 50 variedades de mole en México? Y, ni qué decir, de sus primos los Pipianes, son muy lucidores en los menús de las fiestas de los pueblos. El Pico de Gallo es famosísimo y súper fácil de hacer, va bien con todo, hasta en las “Skin Potatoes”. En Jalisco y su Perla Tapatía las Tortas Ahogadas se saborean sumergiendo el birote en una salsa de tomate inolvidable.

En el Perú son los ajíes en las cremas. La clásica salsa criolla con su cebolla y ají amarillo a la juliana. Hay otras cremas de ají que le suman sabor a los platillos. Las típicas Papas a la Huancaína con su Señora Crema Amarilla son muy ¡Chévere!       Los chimichurris argentinos son esenciales para saborear los cortes y empanadas; cada uno tiene su propia personalidad y receta. Las arepas venezolanas van muy bien con la salsa barbacoa.

Las salsas picantes han cruzado fronteras en toda América; en El Salvador no se come con picante pero los salvadoreños que viven en este Valle han adoptado las salsas en sus mesas y platillos. No hay barbacoa, ni carne asada en esta región que no incluya una salsa o guacamole. En el Valle podemos degustar y probar auténticas salsa verdes, rojas y coloradas. En los mercados semanales podemos comprar chimichurris y chiles. Las salsas picantes están presentes tanto en rimbombantes restaurantes de Aspen como también, en restaurantes típicos en Basalt, El Jebel, Carbondale y Glenwood.

 

El segundo elemento que nos une es la Salsa que se baila en las fiestas y celebraciones. Curiosamente no es un género musical original sino que es una fusión de ritmos afrocaribeños con los europeos que se impusieron en las conquistas de las Américas.

Igual que la salsa une las tortillas con el guisado; en la música se unen los tambores afro-caribeños con los ritmos europeos y locales dando como resultado variados géneros que se bailan con mucho sabor candente: La rumba, el mambo, el son, merengue, la cumbia, bachata, y hasta el reguetón.  Géneros todos que conforman parte de la “salsa para bailar”. Dependerá de cómo se toquen y quienes los bailen para ir añadiendo personalidad y estilo a ese género musical que siempre estará surgiendo de la fusión, de la inclusión y de la mezcla.

La rítmica percusiva está enriquecida con variados instrumentos que definitivamente te paran a bailar: El bongó, las congas, tumbadores, cencerros se unen con el piano, las trompetas, la jarana, la clave, y muchos más… Nos detonan una energía interior que nos  anima a mover los pies, a machacar las caderas y calentar las miradas.

El pasado 20 de agosto fue un Día de Salsa bailada. Basalsa en Willits fue muy concurrido por diversas familias y personalidades. La música resonaba en español y nos sacaba a bailar. Renació ese espíritu salsero que solía estar hace décadas en el Jimmy´s de Aspen pero ahora con Mezcla nos volvimos a juntar anglos, latinos, e invitados de todos compartiendo el cha, cha, cha, y la clave; moviendo los pies, meneando las caderas y chisporroteando alegría. En el Campus de las Artes, de Willits, TACAW grandes y chicos pudimos disfrutar de una convivencia bien salseada; tanto en los tacos de Señor Taco Show como en las mezclas de los DJ´s comprobé que somos capaces de disfrutar esas fusiones que resaltan el gusto por la vida.

Ahora, pregúntame:

¿Te crees muy salsa? Y te responderé que sí, que me creo mucho porque en este Valle puedo saborear y bailar de buenas Salsas.

Angélica Breña.

Aquí abajo puedes ver el artículo anterior.

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