El sueño de la dragona.

 

A Tereza.

Llegaste con la vela de Beatrice.

 

En clase nos tocó el final de la novela El gigante Enterrado de Kazuo Ishiguro y la pregunta ¿Dónde está la esperanza? se quedó flotando.

Cada una de nosotras compartimos el asombro que nos causó la magistral narrativa de Ishiguro, estuvimos de acuerdo en que estábamos frente a Gran Literatura, la de gran estilo con múltiples niveles de interpretación. Fuimos pelando la cebolla.

Mencioné la existencia de un micro-mundo y un macro-mundo que, a través de la lectura, descubríamos estos dos niveles; el macro del conflicto bélico de los sajones y los Britanos con todo y leyenda del mago Merlín y los caballeros de la tabla redonda y el micro de la pareja honorable y añosa de Axl y Beatrice matrimonio añejado que está olvidando los recuerdos.

No todas habían terminado la novela, pero ya todas sabíamos algo del secreto que se nos estaba revelando y ese secreto nos tocaba a cada una en nuestro propio secreto, solo un escritor de gran talla logra esa complicidad, compartir nuestros secretos más íntimos sin decirlos del todo para que sigan siendo secretos y nuestra integridad siga de pie.

Pero regresemos a la pregunta de la esperanza. ¿Qué es la esperanza?

La esperanza es esperar a que algo bueno suceda, sí, la palabra viene de esperar . ¿cuantas veces hay que esperar a que las cosas cambien ? Es creer que después de la tragedia, o, a pesar de que el mundo no parece tener remedio algo bueno va a suceder en el por-venir. Es sentir que el bien está ahí al final o al principio de los tiempos. Que no se va a quedar todo, así como así, patas para arriba, que valió la pena vivir esto, que al final nos vamos a encontrar mejor. Que el bien vendrá.

En cuanto al Gigante Enterrado en esos últimos capítulos nos dicen que el mundo volverá a tener sus episodios sangrientos, que el hechizo de Merlín que hizo del aliento de la dragona una niebla densa de olvidos, se acabará y entonces los sajones arremeterán con toda furia su venganza por los oprobios y barbaridades cometidas por los britanos en aras de una “paz” que el legendario Rey Arturo había impuesto. Y, ese último duelo entre el caballero  Gawain y guerrero sajón Wistan, no conducirá a ningún bien sino de nueva cuenta a las guerras interminables inventadas por los hombres.

No, no encontramos ahí la esperanza.

Pero hay un intersticio durante el duelo, un guiño donde estos hombres irremediablemente violentos se dan cuenta de que es un sin-sentido la guerra. Y se llenan de nostalgia y pesar.

Cuando el guerrero sajón predice la gran venganza que se desencadenará y previene a los britanos que huyan, que se salven

Deberéis salir corriendo o morir…esto se convertirá en una nueva tierra, una tierra sajona y no quedará más huella de vuestro paso

Axl le contesta – “Señor me reconforta al menos comprobar que no os deleitáis con estos horrores que describís.”

Wistan responde– “Me deleitaría si pudiese, honorable Axl, porque será una venganza justa. Pero me debilitan los años pasados entre vosotros, y por mucho que lo intente, una parte de mí da la espalda a las llamas del odio…”

Pero como es hombre no deja caer su espada para darse la vuelta y poner fin al eterno retorno de las guerras y los odios. No da la espalda y ni siquiera el recuerdo de los otros, de haber vivido entre los otros lo detiene y da muerte al digno caballero y a la amnesia que borra heridas.

Busquemos ahora la esperanza en el micro mundo de la novela. Esa pareja de ancianos Beatrice y Axel que con todos sus achaques y debilidades se siguen acompañando y cuidando, un amor cuya delicadeza nos la muestra Ishiguro en los pequeñísimos gestos del cuerpo, como una mano temblorosa que reposa en el brazo del otro, un abrazo torpe, recargar su pesado cuerpo uno contra el otro para no desplomarse, en fin, tantos gestos…

El yugo del amor a través de tantos años, ¿No es eso el amor conyugal? Que por fin llegarán al final de su viaje para encontrarse con su hijo, que por fin recuperarán todos sus recuerdos felices y no felices de esa larga vida juntos. Que podrán de nueva cuenta compartir y conversar largamente. Es ella la mujer la que abriga la esperanza que al fin se perdonarán, podrán vivir juntos y llorar juntos la muerte de su hijo. Es ella la que hace una confesión con toda la serenidad de que pase lo que pase, ella lo ama y lo seguirá amando igual.

Y él confiesa haber sido cruel por orgullo y desatino

“Yo ansiaba castigarla, señor. Yo hablé y actué como si la hubiese perdonado, pero mantuve cerrado bajo llave durante años un pequeño rincón en mi corazón que anhelaba venganza. Actué de un modo mezquino y vil con mi esposa y también con mi hijo.” P.359

Y todavía nos dice el honorable Axl que no hubo nada en concreto que haya hecho ella para que él olvidara su traición, que fueron la bola de años compartidos hasta que una buena mañana él se dio cuenta al mirarla mientras dormía que la amaba intensamente como siempre la había amado. Pero él no tuvo la esperanza de que el bien vendría y se dio a la mar de la venganza eterna.

 

Hace mucho que no me embebía leyendo una novela, que por más que me acercase al final no llegaba a revelárseme el secreto, que me hallara inmersa en ese río frente a la isla con el cielo amenazando una tormenta pero queriendo oír esa confesión, ese gran acto de contrición en el cual reside la esperanza del perdón. Y sin embargo, si alzaba la vista me encontraría entre el barullo de la cafetería de la esquina de mi casa en un día cualquiera del año 2017.

 

Ishiguro nos dice entre líneas que las mujeres somos las que podemos tener la esperanza de que todo será mejor, la esperanza de no hacer la guerra y de perdonar… Así sea.

 

Beatrice le dice al final:

  • Qué importa ya, Axl? Haz las paces con el barquero y permite que nos lleve…¿Porqué pelearse con él? (P.364)